jueves, 15 de mayo de 2014

Bellas leyendas

Hace algún tiempo circuló por Internet un video filmado en Israel. En él se ve a dos muchachos en la playa que observan con sorpresa creciente a una... ¿sirena? sobre las rocas, mar adentro. Ella se da vuelta, capta su presencia y a los coletazos se sumerge en el agua. Precioso video, en verdad. Porque está bien hecho, porque parece posible, porque rescata la leyenda.

http://www.youtube.com/watch?v=hCiSbz5AP-w

Ayer escuché de otra. Apoltrónense junto al fuego, es una linda historia.

Según Beto Casella, Nacha Guevara tendría unos noventa años. "Ehhh!!!", profirió el panel de Bendita, casi al unísono. Tal cual, no creo que tanto. Pero veamos... ¿qué se sabe en concreto, cual es el secreto de su lozanía? Se cuenta que a comienzos de los 80, Nacha y un acompañante viajaban en auto saliendo de las Termas de Río Hondo. El acompañante se quedó dormido y al tomar una curva cerrada se desvió de la ruta quinientos metros campo adentro, chocando finalmente contra un árbol. Como resultado del accidente, él se desmayó y ella sufrió contusiones. Nacha salió del auto como pudo y empezó a caminar buscando ayuda, desorientada, cuando de la nada apareció un viejito con una cabra. Como tenía un modo sereno que infundía confianza, Nacha se dejó guiar hasta una gruta con un espejo de agua cristalina, allí el anciano la lavó con amor y en completo silencio. Sintiendo mucha paz, Nacha se durmió a la entrada de la gruta. Despertó horas después, recuperada, sin tener clara conciencia de cuándo había quedado sola. Desandó entonces el camino y volvió al auto, encontrando a su compañero en estado de shock por el choque, en la ruta fue asistida por un camionero que los llevó al hospital zonal. A partir de esa experiencia Nacha inició una transformación asombrosa, experimentando cambios en la piel, el cuerpo y la energía. Lo atribuyó, claro, a su encuentro con el viejito. Volvió al mismo lugar, pero no pudo dar con él. Perseverante, lo intentó también al día siguiente, recorriendo una vez más la zona. Igual que aquella vez, el viejito y la cabra se hicieron presentes como salidos de la nada. El viejito no dio mayores explicaciones, salvo que había gente buena que merecía vivir el doble o triple que los demás.

Hasta aquí lo que podría denominarse la leyenda. Sin embargo, hay hechos curiosos que parecen sostenerla. Por ejemplo, hace mucho compré un libro de Nacha titulado Sesenta años no es nada, asombrada ya por su increíble cambio. Uno de los mejores maquilladores del ambiente contó que Nacha no tiene cicatrices, es decir, no hay cirugías a la vista. Como en el video de la sirena, hay algo que está bien hecho, algo que nos regocija. La escuché en un reportaje, explicando que hay dos tipos de belleza: externa e interna. Para la belleza externa ya todos sabemos lo que hay que hacer, pero si a eso le sumamos la belleza interna, el resultado se potencia. Se consigue un 200% más, aclaró.

Sí, pensé entonces. Gente piadosa, de rostro sereno. La Virgen María, los atemporales. Recordé los varios casos de santos, fallecidos algunos hace siglos, a quienes por diversas razones debieron desenterrar. Ante sus cuerpos intactos y a falta de una explicación científica, los médicos al menos le dieron nombre al asombro: fenómeno de la incorruptibilidad.

2 comentarios:

  1. Bueno, usted sabe: por un lado están los refutadores de leyendas -a los que les encanta deschavar los trucos de los magos para demostrar cuán perspicaces son- y por otro, los abombados que preferimos abrir la boca así de asombro viendo a esa criatura marina-indudablemente, una sirena- escapando de la mirada intrusa y regresando a su hogar en las profundidades del océano.

    Lo de Nacha, qué decirle... yo no sé dónde estará ese viejito con su cabra pero habría que buscarlo... Hay algo que me impresiona especialmente: el cuello, el pecho, los brazos de Nacha...son más tersos que los de una chica de 30. Y que yo sepa, eso no se opera ni tiene mucho arreglo. No sé qué habrá hecho para merecerlo, pero alguna gracia recibió... Misterio, sí.

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  2. Betina, a la tierna edad de ocho, nueve años, yo era amiga del hada azul. Así como le digo. Y manteníamos correspondencia, el hada azul me escribía una cartita y yo le contestaba. Las cartas amanecían sobre la mesita de luz, escritas sobre un papel tan primoroso que no pude menos que elogiarlo. A la mañana siguiente recibí una caja que se abría como un libro, dentro había sobres y hojas para carta, todos del mismo y suave rosa dior.

    Mamá me preguntaba cosas, así como al pasar, a quién le escribía y demás. Yo no largaba prenda. Una noche, el hada azul rasgó su vestido al bajar de su árbol para acercarse a los humanos. Dejó como prueba un retazo de tela, una seda pesada como nunca había visto (no me llamó la atención que el retazo tuviese forma de círculo, doblado en cuatro). Otra vuelta me pidió que dibujase tarjetas de Navidad para los chicos pobres, que nunca recibían una. Me esmeré mucho, pegando mica (vivíamos en las sierras de Córdoba) en los bordes de las cartulinas. La mica brilla, vio?

    Un día no aguanté más el peso de mi secreto y le conté a una prima, con la salvedad de que no le dijese a nadie. "Tonta, es tu mamá", dijo la primera refutadora de leyendas con la que me crucé en la vida. ¿Qué sentí entonces? Desilusión. Era mi mamá, me habían engañado. Hoy siento que mi vieja estuvo super dulce y agradezco infinitamente el recuerdo.

    Con los años, yo misma me volví un poco refutadora de leyendas, lo primero que pensé es que algún hábil operador turístico necesita o necesitaba promocionar las Termas de Río Hondo. Después, que el viejo de la cabra realmente existe y sí la llevó a lavarse las heridas, pero que la buena de Nacha se había fumado un porrito y se sintió bendecir en la Fuente de la Juventud. Efecto placebo, que le dicen. Pero bueno, ya quisiera para mí esos resultados.

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