lunes, 26 de agosto de 2013

Buenas nuevas



El ritual

"¿Cómo les anda la vida?", les pregunto a Caritas y a Suray.

-Estoy cansada, presionada y ansiosa...
-Ah, bueno.
-...agotada, angustiada e irascible...
-¡jaja!
-...poco creativa y... cómo se dice... improductiva. Igual tengo momentos de alegría.

Estamos esperando que el despistado que estacionó su camioneta Ford sobre Defensa, hoy domingo, venga a retirarla. Como tarda lo suyo, varios armamos nuestros puestos delante. Cuando finalmente aparece -pidiendo mil disculpas, justo es reconocerlo- debemos realizar toda una movida que incluye desarmar lo armado y hacerle lugar suficiente para que pueda salir.
Cuando no es un auto, se trata de un volquete. Sucede tan a menudo que ya es un clásico.

A media tarde aparece una pareja y se ubica justo enfrente. Así nomás, los dos parados, ella ofreciendo unos saquitos colgados en perchas y él con un sahumador del cual sale un humo espeso. Venderá lo que se quema, pienso. El olor me remonta a muchos años atrás, intentando "limpiar" el departamento que alquilaba, lleno de problemas. Alguien nos había pasado el dato: incienso, ¿mirra? y algo más que no recuerdo sobre brasas calientes, había que recorrer todos los ambientes haciendo oscilar el sahumador (en este caso, una vulgar lata de duraznos con manija de alambre) como en un ritual de iglesia. La pareja se queda sólo unos minutos, Caritas los invita a seguir caminando. Invita es un decir, ya fuimos todos alcanzados por el humo.

Es de noche, en casa. Recién ahora tomo conciencia: un hombre cualquiera (me gusta imaginarlo perceptivo), ha purificado nuestro lugar de trabajo con la misma fórmula recomendada allá lejos y hace tiempo.

Time is money

Me estoy comunicando mejor. Es decir, pienso en la persona que tengo enfrente y armo una frase coherente para ella. "Buen día. Mirá, quería averiguar... si yo les traigo un original, ¿ustedes pueden hacer el molde?" Parece sencillo. Lo es. Sucede que antes le miraba los ojos o el corte de pelo, y me quedaba ahí, tildada. Y la frase surgía más o menos como sigue: "Eh... hola. Eh... yo, este... cómo es... Yo, eh, trabajo haciendo manualidades, no? Y bueno, el tema es que quiero hacer una figura y, y..." Resoplido del que esperaba detrás y enarcada de ceja del vendedor, cosa que llevaba mi atención hacia esa ceja y me hacía balbucear todavía peor.

-Lo que necesito saber es si venden moldes...
-Sí, claro, ésta es la Casa de los Moldes.
-No, no me entendés, si ustedes hacen moldes.
-...
-A pedido.
-Ah! No.
-Claro, llamé hoy a la mañana pero el teléfono daba ocupad...
-Señor, ¿qué necesita?

"Gracias, muy amable...", murmuraba sin respuesta. Y enfilaba hacia la puerta con la cola entre las patas.

He descubierto las bondades de la comunicación directa.

7 comentarios:

  1. Hace poco escuchaba hablar a un médico alemán que sostenía que los olores, mucho más que otros factores, disparan el enamoramiento. Habrá que probar. Saludos, Maia.

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  2. Hola, Rob.
    En una época usé el Salvador Dalí, de frasco negro.

    http://www.perfumesonline.com.mx/media/catalog/product/cache/1/image/650x650/9df78eab33525d08d6e5fb8d27136e95/s/a/salvador_dali_pour_homme.jpg

    Pero era tan indiscutiblemente masculino que dejé de hacerlo. Pruebe, es bastante irresistible.

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  3. El de la boca de Marlene sola, sin la nariz.

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  4. Me encanta eso de "bastante" irresistible.

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  5. :-)

    Igual, Rob, ud no necesita (a ver qué hace con eso).

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  6. Sabe que a mí me pasa todo lo contrario y también es un problema. Atiendo consultas todo el día. Me pasa constantemente que estoy tan concentrada en lo que me están preguntando, que a veces, cuando se van me doy cuenta que no sé que cara tenía la persona que atendí. Bueno, no es para tanto, pero excepto que tengan algo en particular que me llame la atención, no recuerdo su cara, pero sí presto muchísima atención a la actitud, al modo de preguntarme, a la forma de llegar al tema que quiere consultar, a lo que dice, a lo que no dice, a lo que quiere decir y no sabe cómo. Mire si seré desastroza en retener las caras, que muchísimas veces me pasa que viene el mismo cliente dos días seguidos, el primero a consultar, el segundo a dejar el trabajo, y cuando lo atiendo por segunda vez lo saludo con un "mucho gusto" como si no lo hubiera visto nunca. Y cuando me empieza a hablar me dá mucha vergüenza, porque arranca con: Ud me dijo ayer... y yo creo no haberlo visto jamás en mi vida.

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  7. Nayru, qué momento! En mi adolescencia hubiésemos cantado: "¡What a good time for a Kent!"

    No soy buena reteniendo caras. Las miro, nomás. A mí también me da vergüenza decirle a una mujer "Podés levantar lo que quieras, es casi todo vidrio", etc, etc, y que conteste "Ya sé, te compré varias veces".
    Es que las minas pasan con bufanda, gorro y anteojos de sol, parecen todas iguales.

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