martes, 18 de septiembre de 2012

El no deporte

Que me disculpen los cultores del pugilismo... ¿desde cuándo es deporte que a alguien le quiebren las costillas, le abran una ceja o le rompan una mano? ¡Después nos escandalizamos del circo romano! Ayer escuchaba a uno que había presenciado la pelea en Las Vegas, proclamaba sentirse orgulloso de Maravilla Martínez, un "digno representante de todos los argentinos". Mejor no profundizar demasiado.

Ah, cómo extraño a la Humor... tenía una sección fija llamada Fiambres en el ring. Allí se dedicaba a especificar quiénes terminaron mal, y con qué daños. Nombre tras nombre tras nombre, la lista parecía interminable.

http://www.pagina12.com.ar/1999/99-11/99-11-11/pag29o1.htm

En Estados Unidos ya no son tan afectos al boxeo. Prefieren el kickboxing, aún más sangriento.

La vi a Susana Giménez sentada en segunda fila, disfrutando del espectáculo "electrizante", al decir de los medios. Excitada, quizás, por algún atavismo primitivo. El hombre/macho, el golpeador, el que se la jura a su oponente, el que sale a matarlo. Nos comimos el cuentito de Rocky, ¿quién no se emociona viendo al caído levantarse? Pero no nos engañemos, aquí gana el que más lastima. Quiten el "glamour" y la escenografía, se trata sólo de dos tipos golpeándose a morir. Si los viesen en la calle, ¿no buscarían separarlos?
Que Matías Alé se regocije, vaya y pase. Pero nosotros, no. Por favor, nosotros no.

2 comentarios:

  1. Nunca entendí el box ni a la gente que disfruta viendo a una persona dejarse matar a piñas por dinero. Y es tal cual Ud. dice, sáquele las luces, los trajes coloridos, la voz entusiasta del relator, los brillos del público... Quedan dos pobres tipos cagándose a piñas quién sabe por qué motivos internos cada uno. No los entiendo, pero menos entiendo al entusiasta público.

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  2. Por plata, Nayru. Es un negocio televisivo, los que ponen el cuerpo son los que menos reciben. La gente tiene que seguir comprando el mensaje de que todo eso está bien, por eso la manija de los medios.

    Hay un señor que no se deja ver, tal vez en muy mala forma física (adicto a las propiedades, a los lujos, a los perfumes importados), que mueve los capitales como si estuviese jugando al dominó y vendió el espectáculo en sumas millonarias. Algún otro por acá, que habla a los gritos en la televisión, invirtió vaya a saber cuántos segundos valorados por el rating (gente estupidizada frente a la pantalla) para inflar una imagen y hablar de su maravilla.

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